miércoles, 31 de julio de 2013

La escuela de Jánovas

Emoción. Que aún dura a casi dos semanas desde que visité Jánovas, allá en el Pirineo. Podría decir que por ser maestro me tocó más de cerca que al resto de la veintena de personas que nos juntamos ese domingo pero sinceramente, no creo que fuera así. Las caras de incredulidad de los padres, madres e incluso en los niños y niñas de las familias que me acompañaban se tornaban en gestos de desprecio al conocer de boca de nuestro guía los acontecimientos (impresionantes historias de incendios y sabotajes de infraestructuras provocados por aquellos a los que interesaba el desalojo las que nos iba contando) que han tenido lugar en este pueblo deshabitado de la ribera del Ara desde la década de los cincuenta cuando se determinó la construcción de un embalse que lo anegaría y que obligaba al abandono de hogares, campos y pequeños negocios de sus habitantes. A día de hoy, no hay embalse, no hay habitantes y casi no queda piedra sobre piedra del que fuera el más próspero de los pueblos del valle. Los detalles de esta nefasta cronología pueden conocerse a través de otros foros y publicaciones y no me detendré más que en uno: ¿qué pasó con la escuela?

Por lo que nos contó el guía, del cual no tengo por qué dudar pues no le iba en ganancia ser inexacto, la desaparición de la escuela fue la puntilla para acabar con la ya escasa, pero brava, resistencia de algunos vecinos que se negaban a desalojar el que había sido el hogar de sus familias durante generaciones. Que unos esbirros irrumpan en una pequeña escuela rural de un pueblo de montaña, saquen de los pelos a la maestra delante de sus alumnos y alumnas y destrocen el lugar, es un mensaje claro de por dónde van los tiros. Ante esta narración escuchaba comentarios entre los excursionistas sobre la importancia de las escuelas rurales y de cómo vertebran el territorio y generan riqueza y cómo los famosos recortes en educación que sufrimos actualmente se asemejan sospechosamente a aquellas prácticas desalmadas.

Días después, dando un paseo por las calles de Gistaín me topé con el aulario del CRA Cinca-Cinqueta y me invadió casi el mismo desasosiego que en Jánovas. Me preguntaba cuánto tiempo permanecería abierto y cuánto bien hace al pequeño pueblo para ayudar a mantener la población durante todo el año; también rememoré mis años como maestro rural y cómo a pesar de la escasez de recursos, itinerarancias y horarios extraños me embargaba una sensación de orgullo por mi trabajo cada vez que acudía a uno de aquellos aularios. Que la escuela es algo más que la pizarra y los deberes, que un maestro o una maestra es más que un funcionario, que la educación es algo más que un certificado de estudios es algo que parece que han olvidado nuestros políticos (no quisiera mal pensar que fuera al contrario y que lo tuvieran bien presente y que precisamente por esta razón obraran como lo hacen).

Algunos de los nietos de los desalojados están reconstruyendo una de las casas del pueblo, con sus dineros, sus manos, su tiempo. Viendo que está en pie la fachada, que los nuevos techos la protegen, que se adivinan las estancias no puede evitar emocionarme al darme cuenta que de todas las casas del pueblo habían elegido reconstruir únicamente esa, la antigua escuela. Gracias.

2 comentarios:

Camila dijo...

Es bueno cuando gracias al trabajo podemos viajar, y conocer nuevos lugares. Muchas veces logro obtener videos literatura que ocurren situaciones en ciudades y las conozco a través de las historias y por eso me interesa conocerlas físicamente

Anónimo dijo...

Ala maestra de Jánovas la sacaron de los pelos delante de los niños. Ese día se recuerda con horror entre los antiguos vecinos. En una casa le prepararon manzanilla a ella y a algunos niños que no volvían del susto. Y sí, la escuela fue la pieza clave, a partir de quitar a la maestra, las familias se fueron a otros lugares para que los niños pudieran seguir estudiando. No se fueron todos, quedó una familia. Una historia de valentía y dignidad que vale la pena conocer. Hay un libro que lo explica. Se llama "Jánovas, víctimas de un pantano de papel" de la escritora Marisancho Menjon. Muy recomendable.