martes, 3 de julio de 2012

Lo que nos afecta

No es lo que nosotros creemos que nos afecta, es lo que nuestros sentidos "deciden" que nos afecta. Una imagen impactante, una melodía emocionante, un perfume evocador, un sabor intenso o una textura sorprendente nos afectarán en la mayoría de los casos, queramos o no. No podemos huir de nuestra percepción, no al menos de una manera sana. Quizá haya una escapatoria, la exposición breve, pero aún así nos dejarán una huella que podrá ser más o menos indeleble, pero huella al fin.

Creemos o queremos creer que nos afectan, aquí en Valencia, las matanzas en Siria, los muertos de hambre en el cuerno de Africa, las talas salvajes en el Amazonas, Fukushima, la primavera árabe e incluso las subidas de la prima de riesgo. Pero, siendo sinceros con nosotros mismos, nuestros sentidos no perciben esto con la intensidad y la duración suficientes para que nos afecte profundamente.

Ahora que, aquí en Valencia, vemos el fuego, olemos el humo y tocamos las cenizas de las montañas que se nos queman... notamos la lengua seca y abrazamos a los amigos que han perdido su casa... nos sentimos afectados en lo más hondo.

¿Qué sentiríamos si en lugar de cenizas encontráramos en nuestra escalera una víctima de la hambruna africana? ¿Qué sentiríamos si nos dijeran que el incendio de Cortes está rodeando la central nuclear de Cofrentes? ¿Qué sentiríamos si el resplandor del fuego en el horizonte lo causara un bombardeo sirio en vez de este incendio desolador? ¿Por qué necesitamos sentir en carne propia el daño para reaccionar ante él? ¿No somos lo bastante inteligentes para anticiparnos, para prevenirlo, para minimizar su efecto? ¿No hemos tenido numerosos ejemplos previos? ¿El aprendizaje ha de cargar con el peso del dolor del propio aprendiz para que sea provechoso y duradero? No lo creo. No lo puedo creer. Será que llevamos demasiado tiempo educados en la anestesia, insensibles, con la excusa de (auto)protegernos del desestabilizador impacto sensorial, emocional, social, afectivo o como lo quieran llamar, de tanto dolor.

No esperemos a sentirlo tan cerca. Permitamos que nos afecte en la distancia para que no llegue a afectarnos en la cercanía. Con un poquito de suerte llegue a ser tan insoportable que reaccionemos para buscar una solución y descubramos al fin, que ayudando a otros, en realidad nos ayudamos a nosotros mismos.

Quisiera creer que desde mi escuela puedo ayudar a aprender del dolor ajeno, a educar en la empatía, a desarrollar la inteligencia emocional; no me sirve, no nos sirve, la escuela que educa desde la no-percepción, la no-sensación, la no-experimentación del entorno que nos rodea, de nuestros semejantes y de nosotros mismos. Seamos maestros valientes y abramos las puertas de nuestros sentidos primero, y las de los sentidos de nuestro alumando después, y eduquemos en la gestión emocional de esa avalancha de percepciones. No veo otro camino que nos pueda llevar a buscar una solución sincera, real y duradera a los problemas que nos afectan.