domingo, 9 de agosto de 2009

Llegar a la cima


Olía a azufre intensamente, las piedras aparecían pintadas a motas amarillentas, el viento se hacía notar, la calima difuminaba el horizonte, estaba en la cima del Teide.
Recordaba otras cimas de pequeñas montañas cotidianas en mi Calderona o en ese Espadán un valle más allá. Tambíén otras más lejanas en Picos o Pirineos, tan contundentes, tan hermosas.
Sin embargo, en esta,en la más alta no me acompañaba la alegría tranquila de sentirme en lo alto de la montaña, de sentirme casi parte de la montaña. Sería porque no sentí el peso de la mochila en los riñones, el pecho abriéndose en cada sorbo de aire, la tensión de mis piernas al caminar, el calor de mis pies sobre la tierra; solamente un ligero vahído al comienzo del breve sendero que me llevaba desde la plataforma del Teleférico hasta el cráter. Quizá fue la altura, quizá la visión de las manoletinas rosa con las que aquella veinteañera compartía el sendero... Cada día se me presenta más clara la idea de que no es tan importante conseguir las cosas que te propones como el modo en que lo haces. En la escuela también.

2 comentarios:

David Argente dijo...

jaja

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con tu última reflexión. Los medios son tan importantes o más que el fin. Recuerdo ver ascensos al Kilimanjaro y apreciar que las rutas más bonitas podían ser las que no llegaban a gran altura, permaneciendo la flora casi selvática, y precisamente no al Kilimanjaro, si no a un monte próximo desde donde admirarlo. Un saludo.